Re escritura "Los amigos" de Cortázar
Re escritura “los amigos” de Julio Cortázar:
EN ESE JUEGO todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno
decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría
del trabajo, Beltrán recibió la información pocos minutos más tarde.
-Esto es muy simple pibe. Un solo disparo, nadie se entera. Y asi vas a saldar todas las deudas que tienes conmigo.
-¿Pero a vos te parece, che? Es todo un bochinche, todos lo conocen en el barrio a Romero, ¿no conviene hacerlo en otro lado como en la puerta de su casa que es más tranquilo?
-No te preocupes , hicimos cosas peores Beltrán querido. ¿O voy a tener que pedirle a otra persona? Espero no me decepciones.
-si, esto como un juego, cuestión de suerte, puede salirnos muy bien o muy mal. Pero vos no te preocupes papá, déjamelo a mi, yo me encargo de este trámite.
Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y
se metió en un taxi. Mientras se bañaba en su departamento, escuchando el
noticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro,
un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal
Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera
por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que
pondría Romero al encontrarlo de nuevo, pero la cara de Romero no tenía
ninguna importancia y en cambio había que pensar despacio en la cuestión
del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido
hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora;
quizá, si había que creer en ciertas informaciones, el Número Uno ya estaba
un poco viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una ventaja:
podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado
de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegará como siempre a
encontrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien
evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café
vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un
simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber
meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las
cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él
mismo— todo quedaría despachado en un momento. Volvió a sonreír
pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde,
lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.
Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento
al espejo. Se podía ver el brillo de su chaqueta negra de cuero, unos ajustados y desgastados vaqueros y sus botas biker, además del prolijo pelo engominado y acomodado para atrás producto de un fino peine que Beltrán llevaba siempre en el bolsillo delantero de su chaqueta. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces
comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos del garaje le tenían el Ford
como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se
estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la
manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde
estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apretaba
un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero
sentía la boca seca y le daba rabia.
A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo
reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado.Beltrán no podía creerlo. En ese instante se puso a pensar, de como este viejo y desagradable hombre había podido tener un amorío con casi todas las mujeres de sus amigos. Por supuesto el dinero y el poder de una persona contribuye a esta situación. Las muchachas siempre se sentian atraidas por el. Las hacía sentir especial, pensó. Pero lo que no podía creer era que se Incluso se involucra con la bella mujer del poderoso y autoritario Jacobo, que es lo que llevaría a su muerte en ese instante. “El se la buscó, todo acto tiene su consecuencia”, pensó.
Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí.
Pero a Romero no podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible
dejarlo que cruzara la calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese
momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla.
Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorprendido.
No le tembló el pulso, quizá porque Beltran sentía un poco de envidia por este canoso hombre que siempre había obtenido lo que quería, siempre consiguió las cosas de una simple forma, quizá por su perspicacia e impunidad, no lo sabia, igual apretó el gatillo.
Pero no pudo lograrlo ya que el disparo terminó en un árbol que estaba cerca de su víctima. No pudo volver a disparar.
El Ford salió en diagonal, adelantándose limpio a un tranvía, y dio la vuelta
por Tacuarí. Beltrán se sentía peor que antes, avergonzado por no tener el coraje de cumplir con su misión.
Manejando sin apuro, el Número Tres pensó que la última visión
de Romero había sido la de un tal Beltrán, un amigo del hipódromo en otros
tiempos.
Referencias:
La intervención que realice es con la siguiente letra:
Catálisis:
En la primer parte realice un diálogo entre Beltrán y el número uno, para que se dé a entender la época en la que se narra y a su vez la personalidad de ambos personajes. Para esto utilice algunas palabras como por ejemplo “bochinche, che, pibe, bebé, etc”. También para dar a entender que ambos personajes estaban metidos en cosas extrañas, en donde matar a alguien del grupo de amigos es una situación simple y de todos los días, como si fuera un juego.
Complementando esto, quise hacer alusión a la época en el que el cuento citado fue publicado (1956) y también describir al personaje. Por esto busque la ropa que se utilizaba en ese momento y lo agregue en la descripción de Beltrán cuando se mira al espejo. (fuente utilizada: https://hombres con estilo.con/moda-de-los-años-50/ ).
Luego quise crear el motivo por el cual se iba a asesinar a Romero, inventando una infidelidad, y describiendo a la personalidad de este.
Núcleo:
Al final suprimí la última parte, cambiando el final, en el cual aunque beltrán le disparó a Romero, no pudo matarlo, por lo cual huyó sintiéndose un cobarde y habiendo fracasado en su misión.
EN ESE JUEGO todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno
decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría
del trabajo, Beltrán recibió la información pocos minutos más tarde.
-Esto es muy simple pibe. Un solo disparo, nadie se entera. Y asi vas a saldar todas las deudas que tienes conmigo.
-¿Pero a vos te parece, che? Es todo un bochinche, todos lo conocen en el barrio a Romero, ¿no conviene hacerlo en otro lado como en la puerta de su casa que es más tranquilo?
-No te preocupes , hicimos cosas peores Beltrán querido. ¿O voy a tener que pedirle a otra persona? Espero no me decepciones.
-si, esto como un juego, cuestión de suerte, puede salirnos muy bien o muy mal. Pero vos no te preocupes papá, déjamelo a mi, yo me encargo de este trámite.
Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y
se metió en un taxi. Mientras se bañaba en su departamento, escuchando el
noticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro,
un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal
Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera
por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que
pondría Romero al encontrarlo de nuevo, pero la cara de Romero no tenía
ninguna importancia y en cambio había que pensar despacio en la cuestión
del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido
hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora;
quizá, si había que creer en ciertas informaciones, el Número Uno ya estaba
un poco viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una ventaja:
podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado
de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegará como siempre a
encontrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien
evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café
vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un
simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber
meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las
cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él
mismo— todo quedaría despachado en un momento. Volvió a sonreír
pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde,
lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido.
Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento
al espejo. Se podía ver el brillo de su chaqueta negra de cuero, unos ajustados y desgastados vaqueros y sus botas biker, además del prolijo pelo engominado y acomodado para atrás producto de un fino peine que Beltrán llevaba siempre en el bolsillo delantero de su chaqueta. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces
comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos del garaje le tenían el Ford
como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se
estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la
manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde
estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apretaba
un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero
sentía la boca seca y le daba rabia.
A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo
reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado.Beltrán no podía creerlo. En ese instante se puso a pensar, de como este viejo y desagradable hombre había podido tener un amorío con casi todas las mujeres de sus amigos. Por supuesto el dinero y el poder de una persona contribuye a esta situación. Las muchachas siempre se sentian atraidas por el. Las hacía sentir especial, pensó. Pero lo que no podía creer era que se Incluso se involucra con la bella mujer del poderoso y autoritario Jacobo, que es lo que llevaría a su muerte en ese instante. “El se la buscó, todo acto tiene su consecuencia”, pensó.
Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí.
Pero a Romero no podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible
dejarlo que cruzara la calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese
momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla.
Tal como había previsto, Romero lo vio y se detuvo sorprendido.
No le tembló el pulso, quizá porque Beltran sentía un poco de envidia por este canoso hombre que siempre había obtenido lo que quería, siempre consiguió las cosas de una simple forma, quizá por su perspicacia e impunidad, no lo sabia, igual apretó el gatillo.
Pero no pudo lograrlo ya que el disparo terminó en un árbol que estaba cerca de su víctima. No pudo volver a disparar.
El Ford salió en diagonal, adelantándose limpio a un tranvía, y dio la vuelta
por Tacuarí. Beltrán se sentía peor que antes, avergonzado por no tener el coraje de cumplir con su misión.
Manejando sin apuro, el Número Tres pensó que la última visión
de Romero había sido la de un tal Beltrán, un amigo del hipódromo en otros
tiempos.
Referencias:
La intervención que realice es con la siguiente letra:
Catálisis:
En la primer parte realice un diálogo entre Beltrán y el número uno, para que se dé a entender la época en la que se narra y a su vez la personalidad de ambos personajes. Para esto utilice algunas palabras como por ejemplo “bochinche, che, pibe, bebé, etc”. También para dar a entender que ambos personajes estaban metidos en cosas extrañas, en donde matar a alguien del grupo de amigos es una situación simple y de todos los días, como si fuera un juego.
Complementando esto, quise hacer alusión a la época en el que el cuento citado fue publicado (1956) y también describir al personaje. Por esto busque la ropa que se utilizaba en ese momento y lo agregue en la descripción de Beltrán cuando se mira al espejo. (fuente utilizada: https://hombres con estilo.con/moda-de-los-años-50/ ).
Luego quise crear el motivo por el cual se iba a asesinar a Romero, inventando una infidelidad, y describiendo a la personalidad de este.
Núcleo:
Al final suprimí la última parte, cambiando el final, en el cual aunque beltrán le disparó a Romero, no pudo matarlo, por lo cual huyó sintiéndose un cobarde y habiendo fracasado en su misión.
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