cuento propio "Los ojos de los que no ven"
Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo.
Esa herida, era una marca en su rostro, que lo acompañaba siempre desde ese trágico día en que sus padres chocaron regresando de Colonia y una helada barra de metal atravesó su bello rostro cuando solo tenía ocho años.
Esa herida, lo dejo lleno de miedos complicando así, su existencia.
Abrumado por su vida solitaria, consultó a una tarotista muy conocida en el barrio para que le aconsejara cómo seguiría. Tiro las cartas sobre la mesa y comenzó a hablar sobre las buenas cosas, que según ella le iban a pasar
-veo encuentros, murmuró. Veo una herida grave que empaña tu existir.y veo también una mujer que verá mas allá de tu cicatriz con la que completaras tu vida y llenar tu soledad.
No le creyó, pero algo se transformó en el que empezó a pensar en alguna forma de conectarse con alguien más. Tiene miedo pero sabe que algo tiene que cambiar.
Allí apareció: “cita a ciegas”, la propaganda que promocionaba los encuentros parecía creada para el.
Investigo sobre el lugar y pensó que sería ideal conversar con alguien sin que viera su atormentado rostro, alguien que pudiera enamorarse de su interior y de todo lo que tenía para dar.
Tardó algunas semanas en concretar la cita, hasta que finalmente el día llego. Se levantó temprano, se preparó para el evento, eligió un jean y una camisa a rayas, que su madre decía, le quedaba bien.
El lugar era raro: el entro por una puerta y ella por otra, acompañados por dos centinelas que los ubicaron en el lugar indicado para la reunión.
Apenas la escuchó quedó cautivado por su voz. Era cálida y divertida. Sus relatos eran cándidos pero entusiastas como si fuese mas chica de la edad que decía tener.
Él le contó de su trabajo, su hermano, su perro. La charla fluyó entre lo dos sin pausas ni silencios. Y los miedos que ambos tenían quedaron atrás.
Hasta que tocó la campana que anunciaba el final de la reunión. La metodología de la cita indicaba que no tenían que revelar si querían volverse a ver o no, eso lo decidirán después.
Ella se levanto primero parecía que se había chocado con algo y también noto el ruido de sobre el piso de madera, eso lo inquietó.
Ambos coincidieron en volverse a ver así que los organizadores cruzaron sus teléfonos.
Comenzaron unas charlas interminables que duraban meses, pero ambos sabían que no podía seguir ocultándose el uno al otro y tendrían que encontrarse alguna vez. Así fue que después de muchas indecisiones de uno y del otro decidieron encontrarse en un café.
Llego temprano, se sentó frente a la ventana para verla llegar, mientras doblaba las servilletas de papel una y otra vez para matar el tiempo que se le hacía interminable.
Y la vio llegar…Tan hermosa como se la había imaginado, el vestido floreado, la cinta azul en el cabello que marcaba su rostro perfecto, y el ruido sórdido del bastón que guiaba sus cegados ojos azules.
Apresurado la fue a buscar, la tomó del brazo y la guió hasta su mesa.
Y ella lo vio… tan hermoso como se lo había imaginado, con los ojos de los enamorados que solo ven lo que desean ver.
Esa herida, era una marca en su rostro, que lo acompañaba siempre desde ese trágico día en que sus padres chocaron regresando de Colonia y una helada barra de metal atravesó su bello rostro cuando solo tenía ocho años.
Esa herida, lo dejo lleno de miedos complicando así, su existencia.
Abrumado por su vida solitaria, consultó a una tarotista muy conocida en el barrio para que le aconsejara cómo seguiría. Tiro las cartas sobre la mesa y comenzó a hablar sobre las buenas cosas, que según ella le iban a pasar
-veo encuentros, murmuró. Veo una herida grave que empaña tu existir.y veo también una mujer que verá mas allá de tu cicatriz con la que completaras tu vida y llenar tu soledad.
No le creyó, pero algo se transformó en el que empezó a pensar en alguna forma de conectarse con alguien más. Tiene miedo pero sabe que algo tiene que cambiar.
Allí apareció: “cita a ciegas”, la propaganda que promocionaba los encuentros parecía creada para el.
Investigo sobre el lugar y pensó que sería ideal conversar con alguien sin que viera su atormentado rostro, alguien que pudiera enamorarse de su interior y de todo lo que tenía para dar.
Tardó algunas semanas en concretar la cita, hasta que finalmente el día llego. Se levantó temprano, se preparó para el evento, eligió un jean y una camisa a rayas, que su madre decía, le quedaba bien.
El lugar era raro: el entro por una puerta y ella por otra, acompañados por dos centinelas que los ubicaron en el lugar indicado para la reunión.
Apenas la escuchó quedó cautivado por su voz. Era cálida y divertida. Sus relatos eran cándidos pero entusiastas como si fuese mas chica de la edad que decía tener.
Él le contó de su trabajo, su hermano, su perro. La charla fluyó entre lo dos sin pausas ni silencios. Y los miedos que ambos tenían quedaron atrás.
Hasta que tocó la campana que anunciaba el final de la reunión. La metodología de la cita indicaba que no tenían que revelar si querían volverse a ver o no, eso lo decidirán después.
Ella se levanto primero parecía que se había chocado con algo y también noto el ruido de sobre el piso de madera, eso lo inquietó.
Ambos coincidieron en volverse a ver así que los organizadores cruzaron sus teléfonos.
Comenzaron unas charlas interminables que duraban meses, pero ambos sabían que no podía seguir ocultándose el uno al otro y tendrían que encontrarse alguna vez. Así fue que después de muchas indecisiones de uno y del otro decidieron encontrarse en un café.
Llego temprano, se sentó frente a la ventana para verla llegar, mientras doblaba las servilletas de papel una y otra vez para matar el tiempo que se le hacía interminable.
Y la vio llegar…Tan hermosa como se la había imaginado, el vestido floreado, la cinta azul en el cabello que marcaba su rostro perfecto, y el ruido sórdido del bastón que guiaba sus cegados ojos azules.
Apresurado la fue a buscar, la tomó del brazo y la guió hasta su mesa.
Y ella lo vio… tan hermoso como se lo había imaginado, con los ojos de los enamorados que solo ven lo que desean ver.
Comentarios
Publicar un comentario