Cuento propio: "El desafortunado viaje a Baton Rouge".
“EL DESAFORTUNADO VIAJE A BATON ROUGE”
Hubiera querido salir directamente hacia Baton rouge, pero pensó en el tiempo que no veía a su hijo y decidió pasar primero por su casa para bañarse y ponerse su mejor atuendo para causarle una buena impresión a Jack.
Abrió la puerta de su casa, y sin mirar el desorden desmesurado de los ambientes, entró directamente al baño decolorado, con el techo blanco pero cargado de hongos, productos de la humedad, que mil veces se prometió limpiar pero que nunca hizo.
Abrió el grifo de la ducha y el agua caía sobre su cara, como cataratas de imágenes desagradables. Volvió a revivir, el terrible momento que lo alejó de su vida y de su familia para siempre. Le costaba pensar en ese fatídico día y asimilar, aún hoy después de la soledad de todos esos años, que jack había decidido vivir la vida que sentía vivir. Le costaba entender que su hijo era gay pero aún así no veía la hora de verlo y abrazarlo como cuando era niño. Recordó todavía con angustia, ese día en el que entró en la habitación sin golpear y allí estaba junto a su amigo Alan, besándose y acariciándose.
…
El agua caía muy caliente sobre su cuerpo maltratado y el vapor había humedecido el ambiente, que de por si, no tenía buena ventilación. Debió haber sido mucho el tiempo que permaneció allí. Porque recordó momentos que no pudo ver ni en las interminables horas que vivió en prisión después de tirar a Jack por la ventana.
Recordó la imagen de esos dos adolescentes tendidos en la cama, la cara de terror de su hijo y el desafortunado momento que lo tomó de la ropa y lo arrojó por la ventana sin pensar. El ruido crujiente de los vidrios al atravesar el cuerpo de Jack, el llanto, el miedo, los gritos de dolor de su hijo tirado en el pasto. Los desgarradores gritos de Lynn, su esposa, diciéndole palabras irreproducibles y la más horrenda de todas: asesino.
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En la sala de espera del hospital Lynn estaba desencajada. Lloraba y doblaba su torso para esconder la cabeza entre sus flacas y puntiagudas rodillas. No podía creer lo que estaba pasando. No entendía cómo ese hombre reservado, tranquilo y a veces dulce, se había convertido en un monstruo, que cuando estaba ebrio era capaz de lastimar a su propio hijo.
Se habían conocido de muy jóvenes a finales de la escuela secundaria. En los años anteriores, no habían cruzado ni una sola palabra hasta que de casualidad, coincidieron en un trabajo de ciencias.
Organizaron para trabajar en la casa de Dan, estaban solos porque el papá trabajaba a esa hora. Lynn verborrágica como siempre le preguntó sobre su mamá. Y él como al pasar, le contestó que se había marchado. Eso la apeno e inmediatamente se arrepintió de ser tan entrometida. De todos modos, él fue muy amable. Le hizo un té y sacó unas galletas de una vieja lata plateada que se apoyaba sobre un estante en la pared. Le resultó muy tierno pero noto una cierta tristeza que asomaba en esos profundos ojos color almendra.
Hablaron de sus cosas, más de lo que hicieron para el trabajo de la escuela. Y así, la tarde transcurrió entre galletas y pequeños relatos de la vida, no muy afortunada, que a ambos les había tocado vivir.
De golpe la puerta se abrió y entró tambaleándose e inundado de olor a vodka, el señor Lawson. Que no hizo otra cosa que hacerlos sentir incómodos por las barbaridades que decía, por lo que Lynn inmediatamente se fue. Ese fue el comienzo de su historia de amor.
…
Agarró la poca ropa que tenía limpia y la guardó en el bolso marrón. El cierre solo llegaba a la mitad de su recorrido, pero alcanzaba para que no se vaya cayendo la ropa por el camino.
Subió a su vieja y deteriorada camioneta. En el cielo oscuro empezaban a aparecer los primeros relámpagos, indicadores de la fuerte tormenta que se aproximaba. Prendió la radio y manejó por más de tres horas hasta que la fuerte tormenta hizo que tuviera que detenerse en un bar, que encontró en la carretera.
En el lugar, había unas pocas mesas con hombres que parecían trabajadores de la zona. Estos hablaban alto, se reían, se empujaban, producto del alcohol que habían estado bebiendo durante horas. Él había estado protagonizando el papel de esos hombres alguna vez, pero desde el día que pisó la cárcel, juró que nunca más bebería una gota de alcohol. Los miraba con desprecio y pena a la vez.
En la rocola sonaba una canción triste, en realidad toda la situación lo era. Una muchacha casi romántica se apoyaba en la máquina. Tenía un aspecto melancólico y grotesco. Estaba vestida con una falda roja muy ajustada que dejaba ver sus piernas exageradamente musculosas y su vientre chato. Una vincha verde echaba hacia atrás su cabello negro y dejaba mas expuesta la cara con sus rasgos fuertes y contundentes. Un grupo de muchachos se le acercó y empezaron a querer bailar y manosearla. Ella se puso mal y trató de zafar, pero la situación se tornaba cada vez más violenta. Dan no pudo ignorarlo y se acercó. Primero trató de convencerlos pero no pudo; eran como cinco los hombres que entre risas y gritos se burlaban. La muchacha lloraba asustada, y él sin pensarlo demasiado sacó una navaja que siempre llevaba con él.
Un hombre pelirrojo forcejeaba con la chica y sin dudarlo tajeo su brazo varias veces, la tomo de la mano y corriendo subieron al coche para huir inmediatamente del bar.
Sin mirar hacia atrás y con una fuerte tormenta que no le permitía ver más allá de unos metros de distancia, emprendieron nuevamente su camino.
Ella le agradeció y le dijo que bajaría al próximo pueblo en donde pasaría la noche.
Probablemente la certeza de saber que nunca la volvería a ver hizo que le contara a esa mujer desconocida, momentos cruciales de su vida pasada: la adicción al alcohol, la cárcel, la soledad y ese viaje hacia Baton Rouge para reencontrarse con su hijo, el intento de hablar y contarle que ya no tomaba más, recomponer el vínculo que sabía había perdido por su absoluta y total irresponsabilidad. Después de dos horas de recorrido, divisó unas pocas luces del pueblo. Llegaron a la estación y antes de bajarse, Dan le preguntó su nombre a la muchacha y esta con tristeza respondió- Soy Alan Dan, el amigo que estaba con tu hijo el día que lo tiraste por la ventana-.
…
Arrancó su camioneta y manejó durante horas resignado por su destino que justo esa noche lo cruzó con uno de los protagonistas de la triste historia que marcó un antes y un después de su atormentada y solitaria vida. No pudo dejar de pensar qué hubiera pasado de saber que la chica a la que ayudó en el bar no era tal. ¿La habría ayudado igual? o ¿ habría pasado por alto la situación y como si nada terminaría el café y seguiría el camino? No podía saberlo con certeza. Pero allí estaba, manejando bajo la lluvia en la carretera que lo llevaría al encuentro con su hijo Jack.
…
No veía la hora de llegar, pero su vejiga explotaba y recordó que el episodio del bar no le permitió ir al baño, así que no dudo en parar en la primera estación de servicio que se asomó en la inhóspita noche, como sacada de una película de terror.
Tomo otro café. Estaba sin dormir y no quería que el sueño lo retrasara o le jugara una mala pasada. Sentado en una incómoda y dura banqueta de madera, apoyó sus gruesos brazos en el mostrador. El empleado volcó el café sobre una taza color té. El café estaba hirviendo recalentado miles de veces. Pensó en lo mal que le caería, pero no dudó en tomarlo de todos modos. Desde allí, pudo ver unos autos “Hot wheels” de colección, que estaban a la venta al lado de la caja registradora. Pensó que Jack no tenía ninguno de esos tres modelos. Uno era una camioneta azul brillante a la que se le abrían las puertas. El otro, una moto modelo “Hayvery Davidson” y el que más le gustaba fue un Impala descapotable de líneas rectas blanco y dorado.
Los compro como si no hubiera pasado el tiempo y se hubiera detenido en la época en que su hijo era un niño. Se veía jugando en la mesa ratona del living con los autitos de colección y recordaba cuando tenía una familia, una mujer, un hijo.
Pero los compro igual porque pensaba que al dárselos a Jack recuperarían un poco de esa historia que en un pasado los unió.
Pagó y subió al auto nuevamente. Prendió la radio en la que sonaba una canción muy triste y pensó en el fantasma que lo acompañó durante todo este tiempo: La necesidad del perdón. ¿Podría perdonarlo ?,¿Podría entender que su vida le había jugado una mala pasada?, ¿Podría comprender que hizo lo que pudo, que sabía que lo había hecho mal? ¿Que repitió lo que tanto odió?: La historia de su padre convertido en un alcohólico igual que el. ¿Podría perdonar el momento en que puso en riesgo su vida y que lastimó de la manera más brutal a quien más quería? Le contaría que nunca más bebió, que el castigo de la cárcel lo vivió en cierta forma con valentía y agradecido porque sabía que tenía que pagar por cometer el peor de los pecados: Lastimar a Jack.
...
Paro de llover y comenzaban a aparecer las titilantes luces de la mañana y a unos kilómetros se veían las primeras casas del pueblo. Manejó algunas cuadras hasta que llegó.
Estacionó su camioneta en la vereda del frente. Respiro profundo tratando de encontrar el coraje para bajar a enfrentar la situación.
La cortina traslúcida dejaba ver el contorno de la figura de Lynn. No podía observar sus rasgos desde allí pero su figura seguía delgada y esbelta como siempre. Cerró los ojos y pensó en la alegría que sintieron los dos con el nacimiento de su hijo.
…
Fue un embarazo inesperado. tan solo tenían diecinueve años.
Los padres de Lynn eran muy estrictos y religiosos. Fue un caluroso febrero cuando dieron la inesperada noticia de que un bebe estaba en camino, cuando se escuchó la fuerte cachetada que le pegó el padre a Lynn. La echaron de la casa, por lo cual tuvieron que arrancar prácticamente de cero. Dan tuvo que buscar un trabajo de tiempo completo, debieron rentar una casa. En fin, comenzar con los preparativos que requiere traer una persona al mundo. En ese momento se sentían angustiados, incapacitados y solos.
Pero luego de nueve meses de arduo trabajo para darle una linda vida a ese bebe, supieron que habían tomado la decisión correcta; las vidas de Dan y Lynn se inundaron de felicidad y amor.
Pero esa felicidad duró solo algunos años. El dinero que no alcanzaba, la frustración de deambular entre trabajos y trabajos mal pagos, la disconformidad de su esposa, y la historia de su infancia que se le acercaba y le jugó una mala pasada.
Cada vez le costaba más regresar a su casa. Salía del trabajo, pasaba por el bar, en una escalada de bebida que lo hacía más intratable e irascible. Y así llegaba a su hogar. Totalmente ebrio y agresivo. Poco quedaba del lazo de amor que habían forjado entre los tres.
…
Abrió los ojos, bajo de la camioneta muy nervioso. Unos pasos antes de llegar a la casa, Lynn salió a su encuentro. Pero prácticamente no lo dejó hablar. Solo hubo reproches y gritos.
Muy lejos de perdonarlo. Muy lejos de poder explicarle el sufrimiento de todo este tiempo. Muy lejos de contarle lo difícil que fue mantener su sobriedad, pero que lo había logrado.
Muy lejos de poder abrazar a Jack.
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